La Ventana

 

Desde la ventana de mi habitación puedo ver todo y nada a la vez. Hay un muro gris que me lleva a playas paradisíacas, campos idílicos típicos de las églogas de Garcilaso de la Vega, castillos que el mismo Príncipe Encantador me regaló (sí, el de Blanca Nieves); y a la vez me transporta a momentos pasados como mi infancia, y por momentos me hace viajar al futuro inexistente.

La ventana de mi habitación tiene unas cortinas que compró y cortó mi madre. Los puntos de las cortinas son las estrellas que iluminan mis noches de razón de lágrimas. Esas noches la cuales no sabes si eres un oso intentando hibernar o una mocosa de 17 años intentado no tener pesadillas otra vez.

Pegado a la ventana tengo momentos robados que me encantan recordar de cuando en cuando, momentos que me gustaría volver a vivir. No me malinterpretes, los revivo, pero en mi cabeza, que no es lo mismo.

Es la ventana que te hace sentir… como cuando hace mucho frío y llueve los últimos días de invierno y luego ya sale el sol, y salen los pajarillos a cantar y se escuchan los niños gritar y reír en el parque, esa es la sensación que da mi ventana.

Mi ventana huele a sol y a rosas, a mar y arena. Pero al mismo tiempo huele a humedad y tierra mojada, a frío a viento…

Es una de las ventanas favoritas de mis gatos, me gusta pensar que a ellos también los transporta a lugares preciosos. Esos por los que vale la pena estar en la inopia por unos segundos. Mi ventana es una ventana mágica, que al fin y al cabo tiene vistas a un muro gris, un muro gris lleno de colores.

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