Una vez me dijeron que hay escritores que se emborrachan o se drogan y escriben un best-seller. Yo, para bien o para mal no soy de esos, por ser, no soy ni un amago de escritor… Yo tengo que estar enfadada con la vida para escribir, aunque haya rabia en cada punto de la i, o en algunos casos ñoñería; luego garabateo mal y rápido en folio que más tarde se convertirá en un documento archivado en alguna carpeta perdida de un ordenador que le cuesta arrancar.
El «enfado» de hoy creo que se debe a Spotify y sus canciones ñoñas que nadie se atreve a dedicarme.
Supongo que el «enfado» se debe a la hemorragia interna que causaron los huesos rotos por el frío de noviembre que entra por la ventana mal cerrada de mi habitación.
De muy pocas cosas estoy orgullosa, pero de la que os voy a enseñar hoy…
Respirad hondo y relajad los músculos tensos que produce el stress del comienzo de semana.
Como introducción solo digo que esta historia la escribí una triste y fría noche de Noviembre del 2015. Espero que os guste…
Te quería y quiero tanto. Te extraño tanto. Tengo tanta rabia metida dentro de mi ser por poder volverte a ver. Sufro tanto al no poder verte sonreír una vez más. Odio no despertarme a tu lado. Odio no poder hacerte el desayuno. Fuiste tú el que cerró todas mis cicatrices, y ahora las abres poco a poco, una por una…
Andrea, una joven de 22 años que volvía a su casa después del entierro de su novio. Sí, por un capricho del destino, perdió su media naranja. La persona que tanto llegó amar. A esa persona que jamás olvidará. Y no solo llora por ella, por su impotencia al no poder hacer nada al respecto. Llora por esa familia que perdió a esa persona que robaba sonrisas, que regalaba recuerdos…
Entró y dejó caer su chaqueta al suelo, se descalzó y caminó al sofá, en el que descansaba una camiseta de él. Ella con cuidado cogió la camiseta, con miedo a que desapareciera, y la olió, dejó que ese aroma entrara por sus fosas nasales. Olía a él, ese perfume que tanto le gustaba.
«—¡Javi, no! ¡Al río no! —Gritó Andrea en los brazos de él.
—Estás engañada, al río vas de cabeza.
—¡No!—Gritó antes de que Javier la soltara en el aire y su cuerpo chocara con el agua.—Eres malo.
—Lo sé.— Reía desde la orilla del río.
—Ayúdame, ¿no?
Javier se agachó y extendió su mano para que la agarrara y salir del agua, pero Andrea tiró de él haciéndolo caer al agua.
—Eres mala.—La imitó.
—Tonto.
—Te quiero.-Dijo antes de besarla.
—Yo también. «
Lágrimas caían por las mejillas recordando todos los ratos vividos con Javier.
—Es tan injusto que te hayas ido tan pronto.—Dijo sollozando y abrazándo más fuerte la camiseta.
Andrea no paraba de llorar, y no quería llorar más, porque sabe que a él no le gustaría verla así, le gustaría verla sonriendo, como cuando se enamoró de ella.
» —Sonríe.—Dijo Javier con la cámara en la mano.
—Estamos tomando tarta, tarta de chocolate, mis dientes ahora mismo no son tan blancos como son normalmente.—Dijo poniéndose la mano delante de la boca.
—Da igual.— Y acto seguido se metió un trozo de tarta en la boca ensuciándose los dientes.—¿Ves? No hay problema, a no ser que no te guste así de dulce…
—Claro que me gustas, y me gustaría aunque seas un viejo cascarrabias.—Y se besaron. «
—Te extraño tanto, y solo pasaron unos días. Ni siquiera me despedí de ti, cariño. Si pudiera viajar en el tiempo y recordarte que te amo. Porque…si te amo, más que a nada, y creo que no te lo dije lo suficiente…
» Se despertó porque alguien estaba dejando un camino de besos desde su hombro hasta la parte lumbar.
—Buenos días.—Dijo una Andrea algo dormida.
—Buenos días, tienes once lunares pequeños que si los unes hacen una estrella en toda la espalda.—Sonrió, lo que hizo sonreír a Andrea.
—Tengo el mejor novio del mundo.
—Lo tendré que conocer…
—Javier…
—¿Si?
—Te amo.
—Y yo a ti Andrea… «
*Unos días después*
Andrea se encontraba en camino al cementerio con un ramo de flores, para llevar a la tumba de Javier. Al llegar dejó el ramo y se arrodilló junto la lápida.
—Javi… sé que apenas pasaron tres semanas, pero la casa está tan vacía sin tus gritos al cantar, y sin tus carcajadas, te echo tanto en falta. El otro día estuve con tu hermana y tu sobrina, es tan pequeña… ella ya sabe que no estás presente en cuerpo pero dice que la estas cuidando junto tu padre desde el cielo, ella va a intentar cuidar de todos ,tan pequeña y tan valiente; y tu hermana… ella está intentado ser fuerte, por su hija y por tu madre.—Se secó las lágrimas.—Daría todo lo que fuera por volver a verte sonreír, me gustaría tenerte como hace poco… Y si, joder, amaba la forma en la que nos despertábamos, amaba cuando me hacía reír cuando nos enfadamos, amo tanto tu forma de ser.
Andrea besó la foto que estaba en la lápida, se levantó.
—Hasta luego Javier, te amo.
Por Lana Vietteca.