Parece que la LOMCE ha llegado para quedarse. O eso se decía en 2012. A día de hoy, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa no parece encontrar campanario en el que anidar. Y es que cuenta con nada más y nada menos que con el rechazo de alumnos, padres, profesores y una amplia mayoría de los grupos parlamentarios del Congreso.
El pasado 26 de octubre tuvo lugar en este país una de las mayores movilizaciones estudiantiles en los últimos años. La convocatoria contra esta polémica ley fue seguida por alumnos, padres y profesores para instar al gobierno a su derogación. ¿Qué es lo que significa esta ley para que todo el mundo la quiera fuera de las escuelas?
De primaria a bachillerato y pasando por la ESO, la LOMCE establece un sistema abusivo y clasista diseñado para dinamitar aún más la educación pública. Uno de sus puntos más polémicos es la implantación de pruebas externas o reválidas en cuatro puntos: tercero y sexto de primaria, cuarto de la ESO y segundo de Bachillerato. La cuestión no es que tengan efectos académicos o no: su mera existencia es un escándalo a todos los niveles. No solo se cuestiona lo aprendido, sino que también se pone en duda la labor del profesor a lo largo de toda la etapa académica. ¿Cuán alto tiene el ego, señor Ministro, para poner en duda la profesionalidad de cientos de miles de docentes y verse obligado a comprobar usted mismo su trabajo?
La asignatura de religión vuelve por la puerta grande. Si es que alguna vez se había ido. En bachillerato, esta materia hace media con el resto de asignaturas. Una asignatura que no destaca por su elevada complejidad y menos aún por su carga lectiva (una hora a la semana) vale lo mismo que otras materias con el triple o el cuádruple de duración. ¿En qué quedamos? ¿No era esto un Estado laico? Vergüenza es lo que es esta manipulación de la educación pública para los intereses de una minoría indecente y criminal. Esto sumado a que Historia de la Filosofía pase a ser materia optativa en segundo de bachillerato y que materias como Música sean eliminadas es aún más preocupante. Cuando los que mandan dejan de lado la filosofía para dejar sitio a la religión, nada bueno puede salir de ahí.
Centrémonos por un momento en la reválida o prueba externa de cuarto de ESO, a mi juicio, la más insultante. Pongamos que Juan ha logrado llegar a junio con todas las materias aprobadas bastante justas de nota. Llega el día de la renombrada prueba externa de cuarto de la ESO y Juan se pasa una semana sabática contestando a preguntas y problemas. Juan no ha llegado a aprobar todas las materias y suspende la prueba. ¿Qué pasará con Juan? El alumno número 9139 no ha superado los estándares esperados para su nivel académico, por lo que no podrá pasar al siguiente nivel. O lo que es lo mismo: Juan no podrá cursar el bachillerato sin haber aprobado esta prueba externa. Juan acaba la ESO con quince años recién cumplidos, por lo que debe seguir estudiando hasta los dieciséis obligatoriamente. Al no poder matricularse en bachillerato, la nueva, maravillosa y flamante ley del Ministerio de Educación le obliga a matricularse en la FP básica y cursar un año entero obligatoriamente hasta poder repetir la prueba (sí quiere).
Realmente, todos estos puntos no se diferencian demasiado. El sistema educativo viene de una época de industrialización, donde se buscaba enseñar lo básico a un obrero para que supiera manejar una máquina y obedecer órdenes pero no lo suficiente como para pensar por sí mismo. Por ello, esta ley busca seguir en esa línea. Por sí mismo, el sistema educativo ya peca bastante en ese sentido. No hay un interés real en buscar el aprendizaje, tan sólo la máxima nota. El alumno es educado desde siempre para aprobar y no para aprender. Hasta en la propia casa, donde los padres castigan al que suspende y recompensan al que aprueba.
Desde siempre, el sistema nunca ha estimulado el aprendizaje. El gobierno vigente decreta una serie de estándares que estima adecuados y el alumno se dedica a memorizar y repetir, memorizar y repetir, memorizar y repetir…
Y, como no podía ser de otra manera, se acaba perdiendo el interés por el estudio. Me gustaría pensar que esto no se hace adrede y que realmente se intenta que el alumno progrese adecuadamente, pero los datos no están de mi lado y esa ya es harina de otro costal.
Cierto es que la LOMCE es un insulto hacia el sistema educativo pero, una vez derogada, ¿qué? El sistema anterior no era mejor. Esta ley solo hizo ver lo que para muchos ya era evidente: el sistema de aprendizaje no funciona. No basta con toda la comunidad educativa para llegar a un acuerdo. ¿Cómo va a legislar leyes para la escuela pública gente que nunca ha pisado una?
Pero no asustarse, vivimos en España, en el mágico y exótico País de las Maravillas, donde todo está patas arriba. No nos alegramos por el prójimo; lo envidiamos. Si podemos saltarnos el semáforo lo hacemos. Toda triquiñuela es válida para el beneficio propio a costa del otro. ¿No fue aquí donde surgió la novela picaresca? Por algo será. Y aún nos extrañamos de que las Cortes se hayan convertido en la cueva de Alí Babá.
Piensen y lean. Les hará falta.
Por Shoel Vázquez